jueves, 22 de octubre de 2009

PALABRAS DE JOSÉ MÁRMOL
PRESIDENTE DEL COMITÉ ORGANIZADOR DEL

2DO. FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA SANTO DOMINGO 2009


ACTO INAUGURAL

SALÓN DE LA CÚPULA DEL PALACIO DE BELLAS ARTES,
21 DE OCTUBRE DE 2009

Señor Secretario de Estado de Cultura, José Rafael Lantigua, y demás funcionarios de esa dependencia del Estado;

Destacados y distinguidos poetas internacionales, cuya presencia honra al país y enaltece nuestro festival;
Apreciados amigos y poetas nacionales, entre los que destacan aquellos que viven en el extranjero;

Señores miembros del Comité Organizador;
Escritores, intelectuales, artistas, amantes del arte y la cultura;

Señoras y señores:

Esta noche damos formal inicio a la segunda edición del Festival Internacional de Poesía Santo Domingo 2009, con lo cual cumplimos la promesa asumida en el año 2007, al cierre de la primera edición, celebrada en el marco de la X Feria Internacional del Libro, cuando nos comprometimos a dar continuidad a esta fiesta de la poesía como una actividad preeminente en el ámbito cultural de nuestra sociedad.

El que muchos de nuestros invitados, internacionales y nacionales, se hayan desprendido de sus responsabilidades cotidianas y del seno de sus hogares, para venir hasta nuestro país, seducidos única y exclusivamente por la contagiosa comunión de la palabra poética y por el peso específico que, en términos de responsabilidad individual y social esa enfermedad, como llamó Cervantes a la poesía, representa, ese gesto valiente e invaluable constituye un reflejo de la vitalidad presente y del futuro promisorio de la poesía en la sociedad y en la cultura del presente milenio.

Para hacer sentir el peso de su pálpito y la naturaleza hondamente humana de su impronta individual y colectiva, la poesía tiene motivos de existencia que la cerrazón de toda laya y el delirio mercantil y consumista de la sociedad y el Estado corruptor actuales no logran comprender ni tampoco admitir como un bien espiritual de primer orden. A veces nos envuelve la ebriedad del sinsentido que apoya el aserto de la utilidad de lo inútil con que, por ejemplo, Oscar Wilde (1854-1900) sentenciaba la función social del lenguaje poético y de ficción. Percepción esta, que más tarde el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) redondeará con la idea acerca de la inocuidad y la inoperancia del poema, a pesar de su incuestionable relevancia ontológica.

Sin embargo, no cabe duda alguna en torno al hecho de que la poesía, en cuanto que la más encumbrada expresión estética del lenguaje humano y la más próxima al testimonio vital del pensamiento como don privilegiado de la especie, está presente en la más radical y abarcadora revelación de la cultura y de los afanes por la sobrevivencia en las sociedades del mundo. Hoy, de hecho, es el poder misteriosamente humano y dichosamente contagioso de la palabra poética el que congrega, en forma desinteresada y a la vez comprometida, así como entusiasta a hombres y mujeres cultivadores de la poesía y provenientes de Europa, Estados Unidos de Norteamérica, Canadá. Estados Unidos Mexicanos, Suramérica, Centroamérica y el Caribe para celebrar la hermandad que prodiga la fe persistente en la expresión artística exquisita y el pensamiento, ese pensamiento a veces tierno y otras veces fiero, a veces iluminado y otras veces triste, a veces sensual y otras cargado de denuncia y esperanza con que el poema exige un lugar en este mundo, que naufraga insufrible entre la hambruna, la ignorancia, las guerras y la autodestrucción.

Parecemos, ante la mirada absorta y tozuda de la tecnocracia globalizada y la tempestad inicua de los capitales golondrinas, obreros lamentables de la industria de lo inútil. Pero no. Nunca más equivocados. Porque estamos aquí reunidos para desmentir esa infamia de la trivial y vacía sociedad del espectáculo, del capitalismo salvaje y de la existencia autómata en la carrera delirante por la eficacia y la eficiencia narcóticas de la productividad y el comercio galopantes. Estamos aquí para desprender el velo que por tanto tiempo ha ocultado la esencia de la autentica esperanza en un presente y un porvenir mas promisorios para la humanidad. Ese que hemos hecho hasta aquí, esta noche y este Día Nacional del Poeta, es el viaje hacia la claridad y esta, la que esta noche empieza, es nuestra fiesta del intelecto, para emplear a fondo dos expresiones del gran poeta Paul Valéry.

Hemos tomado, no por casualidad, la fecha de hoy para el inicio de las jornadas del II Festival Internacional de Poesía Santo Domingo 2009. Lo hicimos para homenajear con ello el natalicio de Salomé Ureña (1850-1897), insigne educadora y una de las voces fundamentales de la poesía dominicana y caribeña del siglo XIX. De ahí que celebremos hoy el Día Nacional del Poeta. Y de ahí, también, y por mor de su invaluable legado educativo, que los poetas participantes en nuestro festival tengan programados varios encuentros con jóvenes estudiantes de liceos públicos y colegios privados, así como en bibliotecas para niños y jóvenes y centros culturales, de manera que la poesía, como aspiró su hijo Pedro Henríquez Ureña, maestro por excelencia de Latinoamérica, pase a ser materia prima básica para la enseñanza de la lengua materna y para la creación de nuevos lectores de literatura. Ese, junto al de la necesidad de provocar un reencuentro de la poesía con el público, tanto en las academias como en los parques y en las calles, conforman objetivos de relieve en los propósitos de esta segunda edición de nuestra bienal poética.

También relevante es el que hayamos escogido a Domingo Moreno Jimenes (1894-1986) como figura emblemática del festival, en reconocimiento a su inmensa obra poética y a la raigambre de los conceptos y la práctica escriturales del Postumismo, una concepción estética que nació en 1921, con la participación del pensamiento del eminente filósofo dominicano Andrés Avelino (1900-1974) y reclamó, entre otros preceptos, la exaltación de los valores culturales autóctonos en pleno apogeo de la influencia en Latinoamérica de las vanguardias europeas y en medio de un escenario sociopolítico nacional muy difícil, marcado por la primera intervención norteamericana de nuestro territorio, entre 1916 y 1924. Esa profesión de fe poética, no siempre entendida y valorada por nuestra crítica, debe ser conocida y proyectada internacionalmente, como lo hicimos en la ocasión del anterior festival con la figura y la obra de Franklin Mieses Burgos (1907-1976) y La Poesía Sorprendida, apoyándonos para ello en la sensibilidad, la agudeza crítica y la fraternidad de más de una veintena de destacas voces de igual número de países y culturas que han correspondido a nuestra invitación para compartir esta fiesta de la poesía y del espíritu, desde hoy y hasta el próximo domingo 25 de octubre.

Bienvenidos a nuestro país, en la conmemoración del 60 aniversario de la publicación del poema “Hay un país en el mundo”, de nuestro Pedro Mir (1913-2000), queridos hermanos poetas de allende los mares. Bienvenidos a su tierra, aquellos poetas que por distintas razones hoy forman parte de los núcleos de la diáspora dominicana en diversas partes del mundo. Un caluroso abrazo para Argentina, en la voz poética de Jorge Boccanera; para Brasil, con la presencia de Horacio Costa; para Bolivia, representada por Eduardo Mitre; para Colombia, en voz de Álvaro Miranda; para Cuba, representada por los poetas José Kozer y Víctor Fowler; para Chile, nación representada por Jaime Quezada; para Costa Rica, encarnada en la expresión poética de Ana Istarú; para Ecuador, país representado por Edwin Madrid; para España, cuna de nuestra lengua, representada por los poetas Antonio Gamoneda, Premio Cervantes de Literatura 2006, y Ana Rossetti; para El Salvador, el Pulgarcito de América, como lo llamó su entrañable poeta Roque Dalton (1935-1975), representado por Otoniel Guevara; para Guatemala, hecha poesía hoy en la voz de Ana María Rodas; para Haití, nuestro país vecino, en las conocidas voces de Franketienne, Évelyne Trouillot y Bonel Auguste; Honduras, país hermano que hoy día libra una infatigable batalla por la restauración de su democracia, representada por el poeta Roberto Sosa; para Italia, presente en la poesía de Danilo Manera; para México, encarnado en las voces singulares de poetas como Eduardo Langagne y Mario Bojórquez; para Martinica, representada esta vez por el poeta André Pierre-Louis, más conocido como Monchoachi; para Nicaragua, en la expresión estética de Francisco de Asís; para Puerto Rico, la isla del encanto, hecha presente a través de Pedro López Adorno; para Uruguay, país representado por la poesía de Alfredo Fressia y Eduardo Espina; para Venezuela, con la presencia de poetas destacados como Rafael Cadenas, Yolanda Pantín y María Auxiliadora Álvarez, y, finalmente, para los representantes de nuestro país en el exterior Néstor Rodríguez, Yrene Santos, Eugenio García Cuevas y César Sánchez Beras, y para los que conviven con nosotros en medio de los avatares de nuestra media isla José Enrique García, Alejandro Santana, Rafael Hilario Medina, Homero Pumarol, Lissette Ramírez, Alejandro Santana, Víctor Bidó, Manuel Llibre Otero, Neronessa, Pablo Reyes y Eloy Alberto Tejera.

Son muchos y de distinta índole los obstáculos que hay que vencer para lograr abrazarnos fraternalmente esta noche y durante estos días, tanto los poetas entre sí, como también el abrazo de los creadores de la palabra con el público. Sin embargo, la disposición y colaboración de la Secretaría de Estado de Cultura, en la persona misma de su titular, poeta y ensayista José Rafael Lantigua, junto a la participación decisiva de sus principales colaboradores, así como el tesón y la entrega de los miembros del Comité Organizador, trabajando en armonía y camaradería ejemplares, se articularon como fuerza incontenible para hacer realidad este encuentro, que conjuga la poesía escrita en lenguas romances como español, francés e italiano.

Que empiece, pues, esta fiesta de la poesía con desbordante entusiasmo, bajo el lema postumista de “Palabras en el tiempo”, para que el concierto de voces poéticas personificado en todos nuestros creadores invitados, entone la estructura rítmica del poema “Aspiración” de Domingo Moreno Jimenes, y exijamos a la sociedad de hoy y a los tiempos por venir permitirnos cantar ese “Canto que tuviera/ solo dos alas ágiles/ que me llevaran hasta donde quiere, con su sed de infinito/ en las noches eternas volar el alma”.

Muchas gracias.